
La Razón presenta “Gaia. Madre Tierra”, una vibrante historia en defensa de la naturaleza que forma parte del proyecto de Naturgy, #BuenaHuella.
#BuenaHuella es una iniciativa que busca medir, reducir y neutralizar la huella de carbono, que tanto daño causa al medioambiente.
“Gaia. Madre Tierra” es una historia de arena que roza tu piel, acaricia tu alma y conecta con tus sentidos. Como un oasis en el desierto. Un grito de esperanza.
Adéntrate en esta emocionante aventura y únete al proyecto para cuidar el planeta y reducir el impacto medioambiental que producimos en nuestro día a día.
Que tus pasos solo dejen eso, huellas en la arena que marquen el camino a seguir, nada más. Una buena huella.
Primer Capítulo
Gaia, una chica como tú o como yo
sensible, amante de la naturaleza y los animales

C
amino a la sostenibilidad
Resulta paradójico pero la ciencia se lo puede permitir: es prácticamente la única disciplina humana que a veces retrocede para avanzar. A principios de julio de 2023 se registraron las temperaturas más altas desde que se tiene registro, en 1979. La temperatura global promedio sobre la superficie del planeta marcó 17,18 grados centígrados según datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Pero eso no es retroceder… y tampoco es ciencia: simplemente es revisar los archivos. Lo que sí es viajar al pasado es de lo que habla Paulo Ceppi, climatólogo del Instituto Grantham de Londres: “La información científica nos dice que las temperaturas no han sido tan altas desde hace al menos 125.000 años, cuando fue el periodo interglacial anterior”, señala Ceppi. La ciencia retrocede más de 100.000 años para avanzar. ¿Cómo lo hace? Una forma de medir temperaturas pasadas es estudiar núcleos de hielo. Cada vez que cae nieve, en su interior quedan atrapadas pequeñas burbujas llenas de gases atmosféricos. En algunos lugares, cae tanta nieve que las capas más viejas quedan enterradas y comprimidas en hielo, encerrando las burbujas de aire, como cápsulas del tiempo. Cuanto más profundo excavan los científicos, más atrás avanzan. Y nosotros también. Aunque estemos en la adolescencia, como Gaia, la protagonista de nuestras historias, una adolescente cuyo objetivo es que conozcamos el planeta y el papel que jugamos en él. Ahora y en el futuro.
Cuando caminamos imaginamos que nuestro destino está hacia adelante, avanzando. Pero, como la ciencia, a veces tenemos que retroceder, solo para tomar impulso. Y esto es fundamental porque, de acuerdo con el experto en cambio climático Robert Rohde, de la Universidad de Berkeley, «el calentamiento global nos está llevando a un mundo desconocido». Uno tan desconocido que Gaia se ha propuesto recorrerlo para que nadie lo olvide. ¿La parte buena? En el camino también nos conocemos a nosotros mismos.
Hay caminos míticos: el de Santiago, el del Inca, el de los Apalaches, el Gran Camino de la Costa en Australia, el circuito del Anapurna en Nepal… Todos ellos tienen un elemento en común: recorren paisajes y culturas que pueden desaparecer. Son un momento congelado en el tiempo y, a medida que los recorremos, nuestros pasos les dan vida. Pero, paradójicamente, nuestros pasos no deben dejar huella para que otros puedan seguirlos.
Junto a esos caminos hay 10 recorridos que unen la importancia de los pasos, es decir el futuro, con el valor de las huellas: lo que dejamos. Y están en España.


Uno de los que destaca Gaia es el de la Ruta del aceite, en Jaén. Comienza en esta ciudad andaluza y recorre Torre del Campo, Martos y pasa por Alcaudete, Castillo de Locubín, Frailes y Puente del Genil. La ruta no solo recorre los olivares, un paisaje único del Mediterráneo, también nos lleva al pasado de la región, cómo sus habitantes trabajaban, cómo cuidaban de la tierra y de sus frutos. A su lado otra ruta del aceite se prodiga por el paisaje, pero está en Córdoba: pasa por Almedinilla, Zuheros, Cabra y Lucena. La historia de la Tierra, pero también la nuestra (los molinos, las enormes vasijas para conservar el aceite, los oficios…) puede perderse si no la cuidamos. En el camino la empresa Naturgy aprovecha el mismo sol que alimenta los olivares, como energía para casas y pueblos enteros y el mismo viento que lleva las semillas a nuevos destinos, se aprovecha también en enormes molinos (o aerogeneradores) que, al igual que las semillas, alimentan a sus habitantes. En el parque El Tesorillo, por ejemplo, apenas 12 de ellos bastan para dar energía a unos 33.000 hogares y contribuirá a reducir en torno a 66.000 toneladas al año de emisiones contaminantes y de efecto invernadero.
Si ponemos nuestros pies donde nuestra vista los quiere llevar, tenemos la Ruta del vino, en La Rioja. Desde hace más de mil años que se cultiva la uva en esta región de España y recorrerla nos lleva al pasado, a la importancia de las tradiciones y al cuidado de la materia prima. El recorrido se inicia en Haro y pasa por San Vicente de la Sonsierra, Laguardia y Elciego. Aquí quiero ver cómo quienes cuidan de las uvas aprenden a hablar su idioma para comprender cuándo sientes frío, sed, hambre… miman sus raíces y cuidan del agua.
Y si de vino se trata, también tenemos la Ruta del Vino de la Ribera del Duero que nace en Aranda de Duero y pasa por Peñafiel, Roa y Quintanilla de Onésimo. Aquí el sol alimenta las uvas y las gentes con varias instalaciones de energía solar. ¿Por qué me interesa un camino que habla del vino? La altura, las horas de sol, los minerales en la tierra, los años de cada vid…Todo ello hace que una misma clase de uva sepa distinta. Son, en muchos sentidos, como los humanos: nuestro ambiente nos condiciona y puede sacar lo mejor de nosotros. Solo basta protegerlo y guiarlo, como se hace con las vides. Protegerlo…
El cambio climático, le cuentan a Gaia, está cambiando el vino que cada año que pasa, expresa no solo sus aromas y colores, sino la necesidad de una mayor altura y otras latitudes para enfrentarse a mayores temperaturas. Igual que nosotros. De acuerdo con Hans Henri P. Kluge, director general para Europa de la Organización Mundial de la Salud “los países deben actuar para contrarrestar los efectos negativos del cambio climático en la salud y en los sistemas sanitarios. Europa avanza lentamente en el cumplimiento de los objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030”. Demasiado lentamente. Naturgy de hecho lo está acelerando y su objetivo es reducir sus emisiones totales de CO2 en un 24%, hasta que sean cero en 2050. Un paso mucho más decidido que el de muchos países que firmaron los objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para 2030.
Uno de los que destaca Gaia es el de la Ruta del aceite, en Jaén. Comienza en esta ciudad andaluza y recorre Torre del Campo, Martos y pasa por Alcaudete, Castillo de Locubín, Frailes y Puente del Genil. La ruta no solo recorre los olivares, un paisaje único del Mediterráneo, también nos lleva al pasado de la región, cómo sus habitantes trabajaban, cómo cuidaban de la tierra y de sus frutos. A su lado otra ruta del aceite se prodiga por el paisaje, pero está en Córdoba: pasa por Almedinilla, Zuheros, Cabra y Lucena. La historia de la Tierra, pero también la nuestra (los molinos, las enormes vasijas para conservar el aceite, los oficios…) puede perderse si no la cuidamos. En el camino la empresa Naturgy aprovecha el mismo sol que alimenta los olivares, como energía para casas y pueblos enteros y el mismo viento que lleva las semillas a nuevos destinos, se aprovecha también en enormes molinos (o aerogeneradores) que, al igual que las semillas, alimentan a sus habitantes. En el parque El Tesorillo, por ejemplo, apenas 12 de ellos bastan para dar energía a unos 33.000 hogares y contribuirá a reducir en torno a 66.000 toneladas al año de emisiones contaminantes y de efecto invernadero.

Si ponemos nuestros pies donde nuestra vista los quiere llevar, tenemos la Ruta del vino, en La Rioja. Desde hace más de mil años que se cultiva la uva en esta región de España y recorrerla nos lleva al pasado, a la importancia de las tradiciones y al cuidado de la materia prima. El recorrido se inicia en Haro y pasa por San Vicente de la Sonsierra, Laguardia y Elciego. Aquí quiero ver cómo quienes cuidan de las uvas aprenden a hablar su idioma para comprender cuándo sientes frío, sed, hambre… miman sus raíces y cuidan del agua.
Y si de vino se trata, también tenemos la Ruta del Vino de la Ribera del Duero que nace en Aranda de Duero y pasa por Peñafiel, Roa y Quintanilla de Onésimo. Aquí el sol alimenta las uvas y las gentes con varias instalaciones de energía solar. ¿Por qué me interesa un camino que habla del vino? La altura, las horas de sol, los minerales en la tierra, los años de cada vid…Todo ello hace que una misma clase de uva sepa distinta. Son, en muchos sentidos, como los humanos: nuestro ambiente nos condiciona y puede sacar lo mejor de nosotros. Solo basta protegerlo y guiarlo, como se hace con las vides. Protegerlo…
El cambio climático, le cuentan a Gaia, está cambiando el vino que cada año que pasa, expresa no solo sus aromas y colores, sino la necesidad de una mayor altura y otras latitudes para enfrentarse a mayores temperaturas. Igual que nosotros. De acuerdo con Hans Henri P. Kluge, director general para Europa de la Organización Mundial de la Salud “los países deben actuar para contrarrestar los efectos negativos del cambio climático en la salud y en los sistemas sanitarios. Europa avanza lentamente en el cumplimiento de los objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030”. Demasiado lentamente. Naturgy de hecho lo está acelerando y su objetivo es reducir sus emisiones totales de CO2 en un 24%, hasta que sean cero en 2050. Un paso mucho más decidido que el de muchos países que firmaron los objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas para 2030.


Ruta del aceite, Jaén.
Martos. Alcaudete,Castillo de Locubín,
Frailes y Alcalá la Real.

Ruta del aceite, Córdoba.
Almedinilla, Zuheros,Cabra y Lucena.

Ruta del aceite, Granada.
Órgiva, Lanjarón,Guadix y Albuñán.

Ruta del vino, La Rioja.
Haro, San Vicente de la Sonsierra,Laguardia y Elciego.

Ruta del vino, Ribera del Duero.
Aranda de Duero,Peñafiel, Roa y
Quintanilla de Onésimo.

Ruta de Sierra de Gredos.
Candeleda, Arenas de SanPedro, Guisando, Navalperal
de Tormes y Villacastín.

Ruta de la Naturaleza, Asturias.
Parque Natural de Somiedo,Cangas del Narcea,
Degaña e Ibias.

Ruta de la arena, Tarragona.
L'Ametlla de Mar,L'Ampolla, Deltebre y
Sant Carles de la Ràpita.

Ruta del agua, Albacete.
Riópar, Ayna,Letur, Nerpio y
Elche de la Sierra.

Ruta de los Pirineos, Huesca.
Parque Nacional de Ordesa yMonte Perdido, Bielsa,
Aínsa, Boltaña y Barbastro.

Tenemos que aspirar a más, mirar más lejos y más alto. A las montañas por ejemplo, a la ruta de las montañas, en la Sierra de Gredos. Aquí el arquitecto es el agua que durante millones de años ha diseñado el paisaje. Desde que baja de las cumbres, el agua, con su barba de espuma y su paso inquebrantable, ha creado una obra única: el escenario donde viven animales y plantas que honran al río. Si este se pierde, el paisaje se queda huérfano. El recorrido se inicia en la localidad de Candeleda y pasa por Arenas de San Pedro, Guisando y Navalperal de Tormes. Muy cerca de aquí, en Ciudad Real, se encuentran los complejos Picon 1, 2 y 3: cientos de paneles solares que conviven con más de 35.000 ovejas en una simbiosis de vida y futuro que tiene mucho que enseñarnos. Principalmente sobre el agua, algo que a Gaia, le preocupa mucho. En el camino para obtener energías no renovables, contaminamos nuestros recursos de agua dulce. Las Naciones Unidas señalaban un año atrás que las sequías afectaron a 1.400 millones de personas en el mundo en las dos últimas décadas y el cambio climático ha prolongado su “tiempo de vida” un 30% en las últimas dos décadas. El problema es que habitualmente pensamos que el suministro de agua potable es un problema lejano para España o Europa, pero no es así. El propio Kluge, de la OMS lo resume de forma tan lapidaria como sorprendente: “En Europa 77 millones de personas carecen de agua potable segura”. El agua, qué duda cabe, es fuente de vida y si ya es cada vez más escasa, a menudo contaminamos la poca que hay con nuestra ambición, principalmente combustible y minería. Afortunadamente hay iniciativas que cambian esto. Un ejemplo es lo que ha hecho Naturgy con la creación del Lago Meirama en el valle de As Encobras en Cerceda (A Coruña, Galicia) en el lugar de una antigua mina de lignito a cielo abierto. Allí, por si no bastara con el agua, se han plantado casi medio millón de árboles. Esto ha traído vida en todos los aspectos posibles: a la tierra (con nuevas especies que han regresado a la región) y a la Tierra permitiéndole actuar como sumidero de CO2.
Muy cerca de aquí, en Asturias está la ruta de la naturaleza, una de las preferidas de Gaia por combinar paisajes, cultura historia y, para qué negarlo, muy buena comida local, algo que también resulta sostenible. El punto de partida es el Parque Natural de Somiedo y pasa por Cangas del Narcea, Degaña e Ibias. Allí, en Muniellos se encuentra el robledal más extenso de toda Europa occidental. “Imagina un camino que cruza por una red de raíces que se extiende por cientos de kilómetros cuadrados – explica Gaia convencida -. Esa es la fortaleza del oso pardo cantábrico, que mantiene aquí uno de sus últimos refugios. Caminar por los mismos sitios que alguna vez ha pisado este animal es un privilegio que debemos cuidar. Desde sus alturas y en un día claro, podemos ver el futuro…”
Muy cerca, cruzando las montañas, se encuentra una de las centrales que apuesta por la energía del mañana: el hidrógeno verde. Este elemento químico, el más sencillo de todos y el primero que se formó en las estrellas, tiene el potencial de cambiar nuestra forma de relacionarnos con la energía. Por un lado, al formar parte de algo tan “sencillo” como el agua, es fácil de almacenar. Utilizando un proceso conocido como electrólisis, se separan los dos átomos de hidrógeno del de oxígeno y con ellos se pueden alimentar motores y centrales energéticas… con la ventaja que su único residuo es… agua. Pero sus beneficios son enormes, no solo para el planeta, también para nuestras familias: este sector creará unos 200.000 empleos en los próximos 10 años debido a que, de acuerdo con datos de la Agencia Internacional de la Energía, la demanda de este tipo de energía aumentará entre un 25 y un 30% en 2040.
“Otra cosa que me gusta, aparte de los mapas, es la arena – añade Gaia en un descanso –. A simple vista parece toda igual, pero si te tomas unos minutos y miras con atención, grano por grano, verás que son todos distintos. Y cada uno tiene una historia que contar: una de vientos, mareas, erosión… Por eso dibujé la ruta de la Arena, en Tarragona. El recorrido se inicia en la localidad de L’Ametlla de Mar y pasa por L’Ampolla, Deltebre y Sant Carles de la Ràpita. La ruta está plagada de zonas de dunas: unos ecosistemas que facilitan el desarrollo de vegetación y la fauna pero que también protegen las aguas subterráneas al evitar el ingreso de agua salina.
Y si hablamos de proteger el agua dulce, es obvio que también hay que recorrer una Ruta del Agua, como la de Albacete. El recorrido atraviesa Riópar y pasa por Ayna, Letur, Nerpio y Elche de la Sierra y entre ellos recorre puentes romanos, embalses: espejos de agua y también de sol, como los paneles de Naturgy que también ha instalado molinos que aprovechan un paisaje de laberintos para que el viento los alimente y ellos hagan lo mismo con más de 300.000 familias de la zona. En total hay 9 parques eólicos, 5 plantas solares, 9 centrales hidráulicas y una central minihidráulica que juntas han logrado reducir en más de 586.000 toneladas las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero, lo que equivale a retirar más de 244.000 coches de la circulación en un año.
Pero hay más… En el sureste de Gran Canaria, Naturgy está terminando un parque marino que se ubicará entre 8 y 16 km. de la costa. Un total de 12 aerogeneradores capaces de producir unos 216 MW. ¿Cuánto es esto? Más que mucho: el 6 de mayo de 2023 el sistema eléctrico de Gran Canaria produjo 257,4 MW de energía de fuentes sostenibles, lo que representa más del 60% del consumo. Con la llegada de este parque marino, se podría sobrepasar las necesidades de la isla. Y otro detalle fundamental para que figure en verde en mi mapa: la producción de energía renovable de esta instalación contribuiría a reducir las emisiones de CO2 equivalentes a 350.000 coches al año.
La última ruta es la de los Pirineos. Aquí, en la frontera entre España y Francia, el viento es el escultor de las montañas. Se pasea arrastrando cometas y semillas por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y pasa por Bielsa, Aínsa, Boltaña y Barbastro y luego sigue, haciendo girar molinos y el planeta pero sin dejar huella. “Se trata de una zona declarada reserva de la Biosfera por la UNESCO – termina Gaia al despedirse-. De hecho, el Monte Perdido es la montaña calcárea más alta de Europa. ¿Qué importancia tiene esto? Es lo que cierra el círculo y muestra cómo todos estamos conectados: el carbonato cálcico que forma estas montañas también es el componente principal de conchas y esqueletos de muchos organismos… Desde lo alto de las montañas a las profundidades del mar. Todos estamos conectados”.

“Otra cosa que me gusta, aparte de los mapas, es la arena – añade Gaia en un descanso –. A simple vista parece toda igual, pero si te tomas unos minutos y miras con atención, grano por grano, verás que son todos distintos. Y cada uno tiene una historia que contar: una de vientos, mareas, erosión… Por eso dibujé la ruta de la Arena, en Tarragona. El recorrido se inicia en la localidad de L’Ametlla de Mar y pasa por L’Ampolla, Deltebre y Sant Carles de la Ràpita. La ruta está plagada de zonas de dunas: unos ecosistemas que facilitan el desarrollo de vegetación y la fauna pero que también protegen las aguas subterráneas al evitar el ingreso de agua salina.
Y si hablamos de proteger el agua dulce, es obvio que también hay que recorrer una Ruta del Agua, como la de Albacete. El recorrido atraviesa Riópar y pasa por Ayna, Letur, Nerpio y Elche de la Sierra y entre ellos recorre puentes romanos, embalses: espejos de agua y también de sol, como los paneles de Naturgy que también ha instalado molinos que aprovechan un paisaje de laberintos para que el viento los alimente y ellos hagan lo mismo con más de 300.000 familias de la zona. En total hay 9 parques eólicos, 5 plantas solares, 9 centrales hidráulicas y una central minihidráulica que juntas han logrado reducir en más de 586.000 toneladas las emisiones de gases contaminantes y de efecto invernadero, lo que equivale a retirar más de 244.000 coches de la circulación en un año.
Pero hay más… En el sureste de Gran Canaria, Naturgy está terminando un parque marino que se ubicará entre 8 y 16 km. de la costa. Un total de 12 aerogeneradores capaces de producir unos 216 MW. ¿Cuánto es esto? Más que mucho: el 6 de mayo de 2023 el sistema eléctrico de Gran Canaria produjo 257,4 MW de energía de fuentes sostenibles, lo que representa más del 60% del consumo. Con la llegada de este parque marino, se podría sobrepasar las necesidades de la isla. Y otro detalle fundamental para que figure en verde en mi mapa: la producción de energía renovable de esta instalación contribuiría a reducir las emisiones de CO2 equivalentes a 350.000 coches al año.
La última ruta es la de los Pirineos. Aquí, en la frontera entre España y Francia, el viento es el escultor de las montañas. Se pasea arrastrando cometas y semillas por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y pasa por Bielsa, Aínsa, Boltaña y Barbastro y luego sigue, haciendo girar molinos y el planeta pero sin dejar huella. “Se trata de una zona declarada reserva de la Biosfera por la UNESCO – termina Gaia al despedirse-. De hecho, el Monte Perdido es la montaña calcárea más alta de Europa. ¿Qué importancia tiene esto? Es lo que cierra el círculo y muestra cómo todos estamos conectados: el carbonato cálcico que forma estas montañas también es el componente principal de conchas y esqueletos de muchos organismos… Desde lo alto de las montañas a las profundidades del mar. Todos estamos conectados”.

Segundo Capítulo

La naturaleza es fuerte, pero también frágil
Juntos podemos cuidarla y respetarla
E
l mundo en peligro
Mi nombre es Gaia. Vivo en un pequeño pueblo cerca del mar y pegado a la montaña. ¿O es al revés? No lo podría decir porque tengo ambos al alcance de mis ojos y de mis manos. El caso es que hoy iba a bajar a la ciudad y como está un poco lejos teníamos la idea de ir en coche. El problema fue que, si en el exterior hacía calor, dentro del coche la temperatura estaba casi 10º C por encima. «Eso es lo que ocurre en el planeta – me explicó mi padre -. Los rayos del Sol entran al coche, pero no pueden salir. En nuestro planeta el Sol calienta la superficie y algunos gases impiden que todo el calor regrese al espacio. Esto es lo que permite la vida porque crea una temperatura adecuada para todos los organismos. El problema es que a lo largo de los años hemos cerrado las ventanillas del coche, por así decirlo: hemos sumado más y más de aquellos gases, los rayos del Sol ya no escapan en la misma proporción y la temperatura ha aumentado poniéndonos en peligro”.
Me gusta la bicicleta. Y sí, es cierto, me gusta porque es buena para el planeta. Pero no porque sea un medio de transporte sostenible (que lo es), que sea fácil de arreglar (lo que ayuda a reducir la cantidad de materiales) o porque es económica (que también lo es). Me gusta porque es una metáfora de lo que debería ser la sostenibilidad. La rueda de adelante serían las leyes y las claves que debemos seguir para cuidar el planeta. Es la rueda comunitaria: señala la dirección correcta y todos deberíamos apuntar en la misma dirección. Y luego está la rueda de atrás, la que nos impulsa. Esa es la rueda individual: cada uno pedalea a la velocidad que puede, cada uno lo hace lo mejor que puede y a medida que avanza (es decir que aprende) puede hacerlo más «rápido» o con más iniciativas. Es un equilibrio en el que todos trabajamos desde nuestro lugar…
Lo siento, pero es que me gusta mucho este tema y a veces me lío, sobre todo cuando voy en bicicleta y tengo tiempo para pensar. Como ahora. Estoy en un puente sobre el río que separa la ciudad de los pueblos cercanos. Como es temprano por la mañana todo el mundo quiere entrar a la ciudad y se ha formado un atasco enorme. La mayoría de los coches solo llevan a una persona, aunque veo que muchos de sus conductores y conductoras se saludan, como si se conocieran. Lo que me hace pensar si esa nube de humo gris e incierto que se ve en el horizonte no podría reducirse si compartiéramos vehículos.


Es en esos momentos cuando pienso en la «rueda de atrás» de la bici, en la rueda individual. Mi madre me mostró una vez una foto de las bicicletas antiguas. Tenían una rueda gigante y otra muy pequeña. La pequeña controlaba la dirección y la grande (tan alta que había que trepar) era la que pedaleaba. Y una sola vuelta de pedalear permitía avanzar muchísimo gracias a su tamaño. Me gustan esas bicis o biciclos, como mi madre me dijo que se llamaban. Me gustan porque me permiten seguir con la metáfora. Las ruedas de las bicis de hoy son más pequeñas, pero si las sumamos entre todos, nuestro recorrido puede ser mucho mayor. Si cada uno da una vuelta, solo una a esa rueda, la distancia que cubrimos puede ser enorme. No hace falta mucho más para un gran cambio. ¡Y cuan grande sería si en lugar de que unos pocos cubrieran grandes distancias, millones de personas se animaran a pedalear solo una vuelta! Solo una…
¿Un ejemplo? Aprovechar todos los alimentos que compramos. Más de un tercio de la comida que cosechamos se tira…porque no se consume. A pesar de que se ha transportado, gastado agua en ella y ha generado CO2 en diferentes etapas hasta que llegó al comercio. Otra opción es cortar la comida que vayamos a cocinar en trozos: se cocina más rápido (gasta menos energía), permite crear porciones más grandes para compartir y si la congelamos la podemos usar más tarde. También existe la posibilidad del consumo de productos locales: se reducen los kilómetros de transporte, las emisiones de gases y se beneficia la economía local. Y esto está directamente vinculado al concepto de economía circular. Al contrario de la lineal, que extrae recursos, desarrolla productos, los consume y los desecha luego, dejando de lado que los residuos pueden volver a servir de materia prima, la economía circular sí acude a esta opción… y así la rueda sigue girando. Naturgy, por ejemplo, se ha propuesto alcanzar la neutralidad de emisiones y aporta consejos muy prácticos para reducir nuestra huella de carbono: consumir productos de temporada, llevar bolsas reutilizables para reducir el uso de plástico y usar recipientes para llevar las sobras a la oficina y aprovechar todos los alimentos de casa.
La ducha es otro cambio que podemos hacer. De acuerdo con expertos, la temperatura máxima de una ducha es de 40º C, a partir de 42º ya comienza el umbral del dolor para la mayoría de las personas. Si ajustamos el termostato del agua a 35º C, sigue siendo caliente, pero es un gesto con el que reducimos la huella de carbono hasta en 700 kg de CO2 por año. También se puede aprovechar para que esas duchas sean con agua de lluvia y luego la usamos para regar el jardín. Obviamente no es algo sencillo, pero sí podemos aprovechar pequeños recipientes para recolectar agua de lluvia y usarla más adelante como riego en el hogar. Y, cuando podemos, la calentamos con energía solar. No son grandes cambios, no pretendemos transformar el mundo, apenas algunas costumbres de nuestro hogar, pero si mucha gente hace pequeños ajustes, el resultado será extraordinario. O al menos eso creo yo. Y si reducimos el tiempo de las duchas, mejor aún ya que más de un cuarto de la electricidad del hogar se va en calentar el agua. Pero esto no solo es responsabilidad individual, también las empresas deben disminuir su consumo. Por ejemplo, Naturgy ha reducido, entre 2017 y 2021, el consumo de agua en un 33 %. Esto sin dejar de lado la economía circular: la compañía energética ha disminuido un 89 % la producción de residuos y un 22 % el consumo energético respecto a 2017, y el 92 % de los residuos han sido valorizados o reciclados durante el pasado año.
Otra forma de reducir las emisiones es utilizar medios de transporte sostenible: caminar, bicicletas o vehículos eléctricos. Cada uno se compromete desde el sitio que puede y apuesta por esa dirección.
También existe la posibilidad de generar nuestra propia energía por medio de paneles solares, una opción cada vez más tentadora. De hecho, un hogar pequeño no necesita más de 4 a 6 paneles solares para cubrir, como mínimo, un 60% de nuestras necesidades. Lo que significa que veremos nuestra factura reducida en una proporción similar… al igual que nuestras emisiones. Así, en este sentido, Naturgy ha multiplicado por nueve la potencia en autoconsumo fotovoltaico durante 2022 en el marco de su iniciativa ‘Naturgy Solar’ y su objetivo es seguir creciendo. Es la solución personalizada que ofrece a sus clientes para generar su propia electricidad, facilitándoles el acceso a energía renovable y ayudándoles a disminuir las emisiones de CO2 del planeta.
Cuando pensamos o creemos lo hacemos a través de las ideas de otros, pero cuando sentimos, es de nosotros de donde surge la semilla. Quizás sea hora de sentir que cada uno, desde su “bicicleta”, puede hacer un pequeño cambio. Uno que nos lleve más lejos.

Tercer Capítulo
Si no lo puedo contar, lo tendré que cantar
Comparte mi himno y hazlo tuyo

L
a huella de carbono
Hola, soy Gaia. Nuevamente. Tengo una confesión. La vengo pensando desde que he bajado al pueblo en mi bicicleta, mientras veía cómo los coches eléctricos compartían sitio con aquellos de combustión interna. Tened un poco de paciencia conmigo. Me gusta la palabra huella, es… ambidiestra por así decirlo. Por un lado puede ser positiva: es la impresión que dejamos en otros, un rastro que buscamos sea permanente y favorable en los demás. Pero también puede ser negativo y, en este caso, tiene que ver con el impacto que deja nuestro rastro en quienes nos rodean y en el planeta. Lo bueno es que ambos dependen de nuestra forma de actuar. Lo que hacemos, cómo nos relacionamos, puede dejar un recuerdo o una cicatriz. Y es nuestra decisión, nuestros actos, los que marcan la diferencia.
Pero las huellas también tienen otra particularidad: son un testimonio de lo que nos sostiene. Y entonces llega la sostenibilidad, que puede ser esa base, pero también es el equilibrio que existe entre una especie y los recursos de su entorno. Como individuos, nuestro impacto en la sostenibilidad es limitado, pero como grupo…
Las familias ya tienen más peso, luego las comunidades, más tarde las empresas y luego los gobiernos, que son los responsables de crear leyes que todos debemos respetar.
En este escenario las empresas tienen una responsabilidad determinante: no pueden crear leyes, pero sí tienen una ventaja al actuar en diferentes países y convertir el mensaje en una huella global. Por ejemplo, Naturgy ha apostado fuerte en sostenibilidad y los datos lo demuestran. Desde 2017 hasta 2022 ha reducido un 82% sus emisiones de óxido de azufre y óxido nítrico (dos pesos pesados de la contaminación ambiental) y casi un 30% de todos los gases de efecto invernadero. Utiliza un 33% menos de agua, la producción de residuos ha bajado un 89%, creado unas 345 iniciativas de biodiversidad y ha conseguido reducir su huella de carbono en un cuarto… en apenas cinco años. Todas estas iniciativas abarcan las tres dimensiones de la sostenibilidad de Naturgy: biodiversidad, clima y sociedad.


Respecto a modelos a seguir también puedo mencionar a la modelo brasileña Gisele Bündchen. Ella ha decidido cambiar no el mundo sino su familia y ha creado en su casa un sistema de reciclaje y cuenta cómo divide la basura en distintas categorías y no solo eso: también sigue el camino de cada una de ellas para mostrar cómo se reciclan. Esto es muy importante porque muestra el compromiso de una persona pero, ¿qué ocurre con las empresas? ¿Qué pasa con las firmas que tienen también influencia sobre miles de personas? ¿Responden a esa responsabilidad? Si bien la sostenibilidad y la creación de fuentes de energías renovables es fundamental para inclinar la balanza, ¿qué pasa cuando los parques eólicos, los paneles solares o las estaciones de carga quedan obsoletas o dejan de funcionar? También hay quienes han pensado en esto.
En las renovables hay dos personalidades que destacan: Daryl Hannah y Mark Ruffalo. Ambos actores están comprometidos con los beneficios de los paneles solares y la protección de la naturaleza. Daryl Hannah, por ejemplo, apadrinó el Festival Internacional de Cine del Medio Ambiente de Cataluña, mientras que Ruffalo da frecuentes conferencias sobre cómo reducir nuestra huella de carbono. La nuestra, la de cada uno. Y uno de los surcos que más a menudo dejamos en el pasado es el de los plásticos. Cada minuto, en el planeta, se venden más de un millón de botellas de plástico y menos de la mitad se reciclan adecuadamente. El resto se descompone en la naturaleza… durante más de 125 años, un período en el que liberan químicos tóxicos en el suelo y el agua. Si a eso le sumamos las 160.000 bolsas de plástico que se utilizan por segundo y durante apenas 16 minutos, la cifra de plásticos que descartamos a diario es enorme. En estos casos la fuerza individual puede hacer un gran cambio y utilizar las tres Rs.
No vamos a hablar del peso ni del tamaño que ocupa toda esta basura. Basta un dato: para hacer un recipiente de plástico con una capacidad de un litro se necesitan 7 litros de agua. Sí, cada vez que compramos una botella de un litro y la tiramos, también estamos arrojando a la basura 7 litros de agua.
Voy a terminar con una de mis actrices favoritas: Emma Watson. Ella apuesta siempre por utilizar ropa sostenible, tanto que en 2015, la actriz lanzó una iniciativa llamada «Green Carpet Challenge», en la que se comprometió a llevar únicamente ropa sostenible en todos sus eventos públicos. Claro, ella tiene dinero y puede hacer esto, diréis vosotros. Pero no es tan así ya que con las tres erres de Naturgy también en la moda o en la decoración podemos ser sostenibles, usando tejidos como algodón, lino o lana, reciclar muebles o rescatarlos para restaurarlos… Todos tenemos la posibilidad de crear un planeta mejor con lo que más nos inspire o con quien más nos inspire. Eso sí, es fundamental también ser capaces de cuestionar esas voces y confirmar que lo que dicen tiene sustento científico. De otro modo solo seguiremos tendencias cuando lo que pretendemos o al menos lo que pretendo en mi familia, es crearlas. Y sostenerlas. Así podremos ser sostenibles… en muchos sentidos.
Sostenibilidad en el ADN
Pero la sostenibilidad, como de sobra sabemos, no es sólo ocupación y preocupación de las personas a nivel individual, sino también de gobiernos, sociedades y del sector privado, las empresas. En este sentido, la compañía energética Naturgy trabaja con un modelo de negocio comprometido con el desarrollo sostenible de la sociedad. Sostenibilidad que extrapola a todos los ámbitos, también al de la movilidad. Al igual que DiCaprio, considera necesario que los desplazamientos minimicen el impacto en el medio ambiente proporcionando oportunidades a otras fuentes de energía, como la electricidad, el gas natural o el hidrógeno. Y teniendo esto en cuenta, trabaja para ofrecer soluciones de movilidad sostenible para las ciudades y el transporte terrestre y marítimo que reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y también la contaminación atmosférica, contribuyendo a la mejora de la calidad del aire.
Siguiendo el ejemplo de Gisele Bündchen, Naturgy también es firme convencido de la necesidad de reciclar. Así, ha creado la primera planta de reciclaje de parques eólicos. Y es que no solo hay que facilitar el acceso a fuentes renovables, también hay que asegurarse de que la cadena de suministro, en todos sus puntos e instancias, sea sostenible.
Hay diferentes estrategias para reducir nuestro uso de los envases de plástico. Naturgy señala que la mejor estrategia es la conocida como las tres Rs: reducir, reciclar y reutilizar, pero también con tener una visión crítica, ética y documentada sobre aquello que consumimos. Y ejemplo de reciclaje y economía circular es el gas renovable, un gas generado a partir del tratamiento de los residuos urbanos, agrícolas, ganaderos y de la industria agroalimentaria, así como de la depuración de las aguas residuales. Además, puede inyectarse de forma sencilla en las redes de distribución de gas, lo que permite aprovechar las infraestructuras ya existentes. Naturgy tiene como objetivo jugar un papel clave en el desarrollo de estos gases renovables, tanto en la producción y distribución de biometano en España en el corto plazo, como en el desarrollo del hidrógeno como vector energético que tendrá un impacto significativo en el mix energético a medio plazo. Y, para ello, cuenta con más de 50 proyectos en distintas fases de desarrollo, lo que le permite estar bien posicionado para aprovechar la oportunidad que ofrecen los gases renovables para avanzar hacia la descarbonización.5

Cuarto Capítulo

Un futuro esperanzador
nunca dejes de confiar en ti
L
a huella de carbono
Hola, soy Gaia. Nuevamente. Tengo una confesión. La vengo pensando desde que he bajado al pueblo en mi bicicleta, mientras veía cómo los coches eléctricos compartían sitio con aquellos de combustión interna. Tened un poco de paciencia conmigo. Me gusta la palabra huella, es… ambidiestra por así decirlo. Por un lado puede ser positiva: es la impresión que dejamos en otros, un rastro que buscamos sea permanente y favorable en los demás. Pero también puede ser negativo y, en este caso, tiene que ver con el impacto que deja nuestro rastro en quienes nos rodean y en el planeta. Lo bueno es que ambos dependen de nuestra forma de actuar. Lo que hacemos, cómo nos relacionamos, puede dejar un recuerdo o una cicatriz. Y es nuestra decisión, nuestros actos, los que marcan la diferencia.
Pero las huellas también tienen otra particularidad: son un testimonio de lo que nos sostiene. Y entonces llega la sostenibilidad, que puede ser esa base, pero también es el equilibrio que existe entre una especie y los recursos de su entorno. Como individuos, nuestro impacto en la sostenibilidad es limitado, pero como grupo…
Las familias ya tienen más peso, luego las comunidades, más tarde las empresas y luego los gobiernos, que son los responsables de crear leyes que todos debemos respetar.
En este escenario las empresas tienen una responsabilidad determinante: no pueden crear leyes, pero sí tienen una ventaja al actuar en diferentes países y convertir el mensaje en una huella global. Por ejemplo, Naturgy ha apostado fuerte en sostenibilidad y los datos lo demuestran. Desde 2017 hasta 2022 ha reducido un 82% sus emisiones de óxido de azufre y óxido nítrico (dos pesos pesados de la contaminación ambiental) y casi un 30% de todos los gases de efecto invernadero. Utiliza un 33% menos de agua, la producción de residuos ha bajado un 89%, creado unas 345 iniciativas de biodiversidad y ha conseguido reducir su huella de carbono en un cuarto… en apenas cinco años. Todas estas iniciativas abarcan las tres dimensiones de la sostenibilidad de Naturgy: biodiversidad, clima y sociedad.


Lo interesante es que no solo podemos reducir nuestra huella al disponer de energías renovables, también podemos hacerlo al instalar estas energías en casa. Y así también ahorrar. Naturgy Solar es una solución personalizada para que los hogares puedan acceder a energía solar fotovoltaica: facilitan la instalación de placas lo que podría ayudar a reducir la factura eléctrica hasta un 70%. Contar con paneles solares en casa es una de las huellas más interesantes, no solo por el ahorro o la apuesta por lo renovable, también porque al poner esa huella estamos invitando a otros a caminar a nuestro lado. Quienes vean los paneles solares se acercarán a preguntar si de verdad hay un ahorro, el precio de instalación y otros detalles que contribuyen a su difusión. La energía solar es una de las más interesantes en nuestro país, uno de los que más días soleados tiene en Europa: 300 al año en promedio.
Pero la solar no es la única energía en la que deberíamos centrar nuestra atención: el biometano es una opción no tan conocida, pero con el potencial de crear una huella de gran impacto. El biometano es un tipo de gas renovable que se produce a partir de materia orgánica biodegradable, como los residuos agrícolas y alimentarios. Esta materia que generalmente se tiraría a la basura, se lleva a cámaras sin oxígeno en la que se descompone y genera un gas que se purifica para obtener, ahora sí, el biometano, muy parecido al gas natural. La diferencia en este caso es que no se obtiene a partir de combustibles fósiles, sino que se aprovechan los desechos (estamos ante una práctica perfecta de economía circular). Pero hay más, ya que no solo impactará en el futuro de las renovables: al usar desechos de la agricultura y la ganadería (entre otros sectores) también puede influir en un aumento en la generación de empleo en estos sectores… Una renovable laboral por así decirlo.
En este tema, Naturgy es líder. Cuenta con dos de las plantas de biometano que actualmente inyectan en la red de gas y tiene en desarrollo otros cuatro proyectos que entrarán en operación a lo largo de los próximos meses.
Además, en cuanto al hidrógeno, otro de los gases renovables de futuro, Naturgy forma parte de un proyecto con otras empresas que persiguen conseguir la generación de 324 GWh con una reducción de emisiones de 505.000 toneladas de CO2. Un ejemplo con nombre y apellido es la transformación de la central térmica de La Robla, hasta ahora alimentada con carbón, en una nueva planta de hidrógeno renovable que generará más de 240 MW y evitará la emisión a la atmósfera de 430.000 toneladas de CO2.
En total, Naturgy tiene más de 50 proyectos de gas renovable en distintas fases de desarrollo.
Una preocupación habitual es cómo este tipo de proyectos influyen en la naturaleza, no solo en lo que a reducción de contaminación, también en lo que respecta a coexistencia y compatibilidad con la vida. El respeto por el planeta no solo se ve en las emisiones o en la reducción de las facturas eléctricas, sino también en la empatía con otras vidas que nos rodean.
No caminamos solos, ni como humanos ni como especie: hay otras que conviven en un planeta que compartimos con todas ellas. La energía es un lenguaje que compartimos y cuanto antes nos demos cuenta de ello, antes veremos el rastro de estas otras especies. A nuestro lado.
